6.10.12

Cristóbal Anwandter: elogio de la pintura




A través de sus rostros, caras y retratos desdibujados, el artista escenifica un pulso entre los límites que definen la pintura figurativa y los primeros acordes de la abstracción plástica

Cristóbal Anwandter (Santiago de Chile, 1980) vive temporalmente en Barcelona desde donde prepara la serie Antiretratos, que presenta, en septiembre, en la undécima edición de la Feria Internacional de Arte de Corea (KIAF). Con estas nuevas creaciones, el pintor ha dado un paso más hacía la abstracción en su colección de caras y rostros.

Pero quizás sea mejor retroceder unos años, para comprender la evolución de Anwandter y explicar el por qué de estos trazos sobre trazos que esconden veladamente la figura y crean una imagen ambigua, deformada, ocultada por la técnica. Su aproximación inicial a la pintura –un territorio en el que se siente libre y cómodo para crear y experimentar- viene a través de la construcción de la  figura humana, primero como cuerpo entero y poco a poco cerrando el foco hasta llegar a enfocar -en un close-up y a gran escala- el rostro sin cuerpo. En su propuesta creativa, el objeto retratado funciona sólo a modo de Mcguffin que empuja todo su proceso, concentrado en el cómo, la técnica y la forma utilizada para construir la imagen y convertir pinceladas y salpiques de color en ojos, bocas, narices… “Empecé –explica Anwandter-  con el cuerpo y paralelamente fui dejando el pincel y empezando a experimentar con espátulas, utilizando el chorreo, empezando a velar, a combinar capas densas con otras líquidas, a crear manchas de color, en fin, a ‘sacar la pintura’. Me interesaba saber cómo se formaba la figura, más allá de cómo era. Pero este interés plástico estaba demasiado contenido, entonces necesité sintetizar la imagen a rostro y agrandar la escala para seguir experimentando con la forma”.


Sobrecaras, la forma insinuada
Primero, los rostros fueron presentados a través de la serie Sobrecaras, una treintena de retratos monumentales de hombres y mujeres insinuados que toman forma a partir de diferentes gestos pictóricos acumulados unos sobre otros, a manera de cadáver exquisito superpuesto, dando la impresión de pintura gastada, vieja, de imagen sobre muro construida por múltiples y diferentes actores que consiguen formar un todo reconocible y estéticamente evocador. A pesar de todo, el artista reconoce que “se trataban de pinturas muy neutras formando una serie demasiado uniforme”. Para la construcción de estas Sobrecaras, que el año pasado se exhibieron en la galería A.M.S. Marlborough de Santiago de Chile, el pintor chileno utilizaba modelos, “gente que me llamaba la atención anatómicamente, que podían servirme para lograr un determinado tipo de imagen; pero, en realidad, mi gran interés estaba en la construcción, en el cómo utilizaba estas distintas intenciones plásticas para configurar una rostro humano. En ese sentido nunca me interesó la relación con el modelo, trabajé con fotografías que eran simplemente una guía anatómica, o de volumen. Quizás hoy existe un sentido narrativo, pues estoy interesándome en un discurso que por debajo de lo plástico, va haciéndose notar”. 


Antirostros, la forma descompuesta
Ahora, las caras veladas han devenido (casi) rostros sin identidad, en un esfuerzo por llevar la figuración a los límites de lo concebible y mostrar algunos gestos abstractos sin dejar de presentar una figura entendible que casi se desvanece. “Sigo con la serie de Sobrecaras, pero llevándola a un distinto nivel, antes hablaba de rostros porque no me gustaba el término retrato, que suponía una suerte de representación de un determinado modelo. He incorporado el cadáver, el mundo animal, y retratos de corte explícitamente erótico; algunas figuras evidentemente identificables y otras en un estado más espectral y amorfo”. En Antirostros, Anwandter reduce el tamaño, y la paleta de colores se hace más viva, más pop, menos trascendental e introspectiva y más irónica e irreverente, pero continúa desarrollando una suerte de esquizofrenia gestual en la que distintos modos de pintar [siempre con el tempo lento del óleo, que le permite momentos de reflexión más largos entre capa y capa, mientras va secando] compiten para crear una estructura. En palabras de Anwandter: “La forma en que los pinto, entre el gesto de Pollock, Warhol o De Kooning, es un tanto contradictoria, porque si bien inicialmente hay muchas intenciones gestuales, estas se van boicoteando sucesivamente hasta formar una figuración bien definida. En muchos casos, me interesa la tensión que se produce entre mi gestualidad y mi control figurativo. Una lucha en la que siempre pierdo. Voy detrás de algo que no puedo lograr pero que me mantiene motivado. En definitiva, la pintura directa  me parecía extremadamente obvia y empecé a pelear contra eso”.


La pintura como lenguaje inagotable
Ajeno al discurso sobre la muerte de la pintura [si alguna vez falleció, parece que ahora estamos viviendo una resurrección del trazo sobre lienzo con suficiente fuerza y entereza experimental para interpelar a los gestos artísticos más llamativos y superfluos], el artista sigue investigando este lenguaje creativo, demostrando sus intenciones en el uso de los materiales, donde a menudo resalta la pintura por encima de la figura. “La pintura es infinita y tiene siempre la capacidad de renovarse, no es comparable a otros géneros; quizás, en algunas ocasiones, puede ser menos impactante, pero la poética y la intención artística sobre lienzo no muere”. En su caso, su libertad de gesto sobre rostros y caras y su interés por la forma (de crear), poniendo énfasis en la investigación de los materiales plásticos, casi más que en el fondo (de lo creado) atesora esta idea. “Me gusta leer la pintura, como intenciones en el uso del material en la forma de aplicarse, me da igual si el resultado tiene una forma reconocible a nivel de imagen o carece de ella. Siempre he trabajado en función de una figuración bastante definida, sin embargo en el proceso o en ejercicios paralelos estoy constantemente investigando posibilidades plásticas que concluyen en sí mismas, como lo que comúnmente se llamaría pintura abstracta”.

Inmerso en los Antirostros,  el artista se atreve a dar algunas pistas sobre futuros proyectos, dejando la puerta abierta a otras técnicas, pero guardando fidelidad a la pintura. “Diría que mi trabajo va caminando hacia un lugar más propio, con una lógica mas particular a nivel plástico. Por otro lado, a nivel temático me estoy empezando a interesar por nuevas cosas. Busco que mis intereses pictóricos e imaginarios se complementen y potencien entre sí. Tengo muchas ideas por realizar, dejar esto de los close-up después de abordarlo y estrujarlo hasta las últimas consecuencias, y abordar algunas composiciones más complejas, con más riesgo. Paralelamente he estado trabajando en algunas pinturas digitales; sería interesante poder verlas dialogar en algún momento con mi pintura física”, concluye el artista. 

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Publicat a revista Arte al Límite, setembre-octubre de 2012

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