A través de sus rostros,
caras y retratos desdibujados, el artista escenifica un pulso entre los límites
que definen la pintura figurativa y los primeros acordes de la abstracción
plástica
Cristóbal Anwandter (Santiago
de Chile, 1980) vive temporalmente en Barcelona desde donde prepara la serie Antiretratos,
que presenta, en septiembre, en la undécima edición de la Feria Internacional
de Arte de Corea (KIAF). Con estas nuevas creaciones, el pintor ha dado un paso
más hacía la abstracción en su colección de caras y rostros.
Pero quizás sea mejor
retroceder unos años, para comprender la evolución de Anwandter y explicar el
por qué de estos trazos sobre trazos que esconden veladamente la figura y crean
una imagen ambigua, deformada, ocultada por la técnica. Su aproximación inicial
a la pintura –un territorio en el que se siente libre y cómodo para crear y
experimentar- viene a través de la construcción de la figura humana, primero como cuerpo entero y
poco a poco cerrando el foco hasta llegar a enfocar -en un close-up y a
gran escala- el rostro sin cuerpo. En su propuesta creativa, el objeto
retratado funciona sólo a modo de Mcguffin que empuja todo su proceso,
concentrado en el cómo, la técnica y la forma utilizada para construir la
imagen y convertir pinceladas y salpiques de color en ojos, bocas, narices…
“Empecé –explica Anwandter- con el
cuerpo y paralelamente fui dejando el
pincel y empezando a experimentar con espátulas, utilizando el chorreo,
empezando a velar, a combinar capas densas con otras líquidas, a crear manchas
de color, en fin, a ‘sacar la pintura’. Me interesaba saber cómo se formaba la
figura, más allá de cómo era. Pero este interés plástico estaba demasiado contenido,
entonces necesité sintetizar la imagen a rostro y agrandar la escala para
seguir experimentando con la forma”.
Sobrecaras, la forma
insinuada
Primero,
los rostros fueron presentados a través de la serie Sobrecaras, una
treintena de retratos monumentales de hombres y mujeres insinuados que toman
forma a partir de diferentes gestos pictóricos acumulados unos sobre otros, a
manera de cadáver exquisito superpuesto, dando la impresión de pintura gastada,
vieja, de imagen sobre muro construida por múltiples y diferentes actores que
consiguen formar un todo reconocible y estéticamente evocador. A pesar de todo,
el artista reconoce que “se trataban de pinturas muy neutras formando una serie
demasiado uniforme”. Para la construcción de estas Sobrecaras, que el
año pasado se exhibieron en la galería A.M.S. Marlborough de Santiago de Chile,
el pintor chileno utilizaba modelos, “gente que me llamaba la atención
anatómicamente, que podían servirme para lograr un determinado tipo de imagen;
pero, en realidad, mi gran interés estaba en la construcción, en el cómo
utilizaba estas distintas intenciones plásticas para configurar una rostro
humano. En ese sentido nunca me interesó la relación con el modelo, trabajé con
fotografías que eran simplemente una guía anatómica, o de volumen. Quizás hoy
existe un sentido narrativo, pues estoy interesándome en un discurso que por
debajo de lo plástico, va haciéndose notar”.
Antirostros, la forma
descompuesta
Ahora,
las caras veladas han devenido (casi) rostros sin identidad, en un esfuerzo por
llevar la figuración a los límites de lo concebible y mostrar algunos gestos
abstractos sin dejar de presentar una figura entendible que casi se desvanece.
“Sigo con la serie de Sobrecaras, pero llevándola a un distinto nivel,
antes hablaba de rostros porque no me gustaba el término retrato, que suponía
una suerte de representación de un determinado modelo. He incorporado el cadáver,
el mundo animal, y retratos de corte explícitamente erótico; algunas figuras
evidentemente identificables y otras en un estado más espectral y amorfo”. En Antirostros,
Anwandter reduce el tamaño, y la paleta de colores se hace más
viva, más pop, menos trascendental e introspectiva y más irónica e irreverente,
pero continúa desarrollando una suerte de esquizofrenia gestual en la que
distintos modos de pintar [siempre con el tempo lento del óleo, que le permite
momentos de reflexión más largos entre capa y capa, mientras va secando]
compiten para crear una estructura. En palabras de Anwandter: “La forma en que los pinto, entre el gesto de Pollock,
Warhol o De Kooning, es un tanto contradictoria, porque si bien inicialmente
hay muchas intenciones gestuales, estas se van boicoteando sucesivamente hasta
formar una figuración bien definida. En muchos casos, me interesa la tensión
que se produce entre mi gestualidad y mi control figurativo. Una lucha en la
que siempre pierdo. Voy detrás de algo que no puedo lograr pero que me mantiene
motivado. En definitiva, la pintura directa me parecía extremadamente
obvia y empecé a pelear contra eso”.
La
pintura como lenguaje inagotable
Ajeno
al discurso sobre la muerte de la pintura [si alguna vez falleció, parece que
ahora estamos viviendo una resurrección del trazo sobre lienzo con suficiente
fuerza y entereza experimental para interpelar a los gestos artísticos
más llamativos y superfluos], el artista sigue investigando este lenguaje
creativo, demostrando sus intenciones en el uso de los materiales, donde a
menudo resalta la pintura por encima de la figura. “La pintura es infinita y
tiene siempre la capacidad de renovarse, no es comparable a otros géneros;
quizás, en algunas ocasiones, puede ser menos impactante, pero la poética y la
intención artística sobre lienzo no muere”. En su caso, su libertad de gesto
sobre rostros y caras y su interés por la forma (de crear), poniendo énfasis en
la investigación de los materiales plásticos, casi más que en el fondo (de lo
creado) atesora esta idea. “Me gusta leer la pintura, como intenciones en el
uso del material en la forma de aplicarse, me da igual si el resultado tiene
una forma reconocible a nivel de imagen o carece de ella. Siempre he trabajado
en función de una figuración bastante definida, sin embargo en el proceso o en
ejercicios paralelos estoy constantemente investigando posibilidades plásticas
que concluyen en sí mismas, como lo que comúnmente se llamaría pintura abstracta”.
Inmerso
en los Antirostros, el artista se
atreve a dar algunas pistas sobre futuros proyectos, dejando la puerta abierta
a otras técnicas, pero guardando fidelidad a la pintura. “Diría que mi trabajo
va caminando hacia un lugar más propio, con una lógica mas particular a nivel
plástico. Por otro lado, a nivel temático me estoy empezando a interesar por
nuevas cosas. Busco que mis intereses pictóricos e imaginarios se complementen
y potencien entre sí. Tengo muchas ideas por realizar, dejar esto de los close-up
después de abordarlo y estrujarlo hasta las últimas consecuencias, y abordar
algunas composiciones más complejas, con más riesgo. Paralelamente he estado
trabajando en algunas pinturas digitales; sería interesante poder verlas
dialogar en algún momento con mi pintura física”, concluye el artista.
___
Publicat a revista Arte al Límite, setembre-octubre de 2012
Link a la versió Issuu de la revista (Español / English)
Publicat a revista Arte al Límite, setembre-octubre de 2012
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